La ameba malota

La ameba malota

La vida ‘in itinere’

5 minutos de lectura

En los trabajos modernos hay dos grandes mitos:

  1. Si trabajas duro, tendrás éxito.

  2. Aquí somos como una familia.

(Pausa para las risas)

La fábula del “trabajo duro”

El otro día, en clase de inglés, la profesora me preguntó si pensaba en la jubilación.

—Cada día, Mary-Kate. Cada. Día.

Y me insistió: ¿y qué harías?
—Pues no lo sé, pero seguro que no perdería la vida haciendo desplegables de colores en un Excel ni arreglando marrones de gente que desaparece seis meses y vuelve como si fuera el Mesías.

Porque si trabajar duro fuera la clave del éxito, las personas que se levantan a las seis de la mañana estarían forradas. Pero no: el que asciende suele ser el que sabe parecer ocupado. El que está siempre “en otro tema más estratégico” y aparece justo en la foto de la victoria.

Y todo para que el cliente lo vea tarde… o nunca.

Yo, por ejemplo, perdí el miedo a las fechas de entrega de la forma más absurda. Tenía que enviar un análisis, y como siempre había dicho que sí a demasiadas cosas. El día de la entrega pasé el enlace al documento… pero me comí la última letra para que no pudieran abrirlo y ganar tiempo (qué gamberra soy, eh?).

Estuve todo el fin de semana con ansiedad, lo terminé como pude, llegué el lunes hecha un zombie.

¿Sabes cuándo abrió el cliente el enlace? Jamás.

 

Ya tengo familia, gracias

La otra gran estafa laboral es la frase: “Aquí somos como una familia”.

Pues no, cariño.

  • Mi familia no me pide que impute horas.

  • Mi familia no me manda correos a las 23:57 con copia al jefe.

  • Mi madre nunca me ha dicho: “Bea, ¿has convocado la weekly del jueves?”

En las empresas, lo de “somos familia” suele venir con la letra pequeña: demostrar tu implicación trabajando más horas de las que te pagan, contestando desde el hospital o conectándote a una reunión en plena boda.

Lo llaman compromiso, pero parece más una secta que un contrato laboral. Y claro, si eres simpática, se aprovechan. Si pones límites, eres una siesa.

 

¿Y esto es todo?

Porque si esto es la vida, que pare el bus que yo me bajo.

Currar ocho horas a saco para acabar tan mentalmente agotada que no puedes hacer nada más. Ni leer, ni ver una serie, ni hablar con nadie. Solo tirarte en el sofá como un trapo… pero sin dormir, porque en cuanto cierras los ojos, la mente empieza:

“En esa reunión tendrías que haber dicho otra cosa”
“Te falta mandar un email”
“¿Y si mañana el cliente pregunta algo raro y no tienes respuesta?”

Yo supe que tenía un problema el día que me descubrí pensando: “¿Sería tan malo cruzar la calle sin mirar… y que me atropellaran in itinere?”. Si es en horario laboral, cuenta como accidente de trabajo, ¿no? Unos días de baja, quién los pillara.

  • He tenido trabajos donde lo importante no era lo que hacías, sino que estuvieras sentada en la silla. Aunque estuvieras viendo vídeos de mapaches intentando abrir un tarro de pepinillos.

  • He cancelado planes por currar a deshora en cosas que el cliente vio dos semanas después… y encima pidió cambios.

  • Me he conectado en vacaciones “solo un momento” para acabar atrapada en una reunión improvisada de dos horas.

  • He hecho dailys desde el coche, con cobertura intermitente y un ojo en la carretera y otro en el Jira.

  • He dejado tirados a amigos y familiares por proyectos que ya ni recuerdo.

– Y A NADIE LE IMPORTA UNA MIERDA –

Bueno, sí: a tu perra, que se quedó sin paseo; a tu amiga, que te volvió a esperar sola en la cafetería; y a tu madre, que no entiende por qué no contestas al WhatsApp.

El resto, cero.

Ni al cliente, ni a ese compañero que dice ‘guau, qué implicada estás’ mientras delega todo en ti. Spoiler: lo único que consigues es quedarte sin energía… y sin vida.

Como mucho, te dan las gracias en Slack con un emoji de aplausos y se quedan tan panchos. El premio gordo: una reacción de fueguito.

 

Las liturgias absurdas

Como en cualquier religión, también hay rituales sagrados:

  • Reuniones para preparar la reunión.

  • Reuniones para comentar la reunión.

  • Emails para resumir lo hablado en la reunión sobre la reunión.

Luego los brainstormings de post-its de colores, donde la única idea buena es “acabemos ya”, o los PowerPoints de 40 diapositivas para decir “todo va bien”.

Mi favorito: ese momento incómodo en el que alguien comparte pantalla y todos miramos como si nos fueran a revelar el final de Juego de Tronos… pero es solo un Excel con 24 pestañas.

 

Y al final…

El verdadero éxito será jubilarme sin haber aprendido a hacer un gráfico dinámico en Excel. Ese será mi legado.

Así que sí, Mary-Kate, pienso en la jubilación cada día. Porque si esta es la vida adulta, a mí que me devuelvan el dinero de la entrada.

🧠 No eres la única responsable de tu infelicidad
🦹‍♀️ La Liga del Mal Cotidiano

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